Cosoleacaque, ver.-
Mario Zepeda
EXclusiva
En las manos de Dios y pidiendo su ayuda, es que los migrantes centroamericanos caminan entre piedras y durmientes en su trayecto hacia los Estados Unidos, con la esperanza de un futuro mejor para sus familias, a pesar de los constantes peligros que la travesía representa.

“¡Que Dios nos cuide y guarde en donde quiera que vayamos!”, dice el joven Davis, hondureño que hace siete días dejó atrás su nación, en donde no existen oportunidades de progreso; y quien lamenta la tragedia en la que fallecieron 53 indocumentados abandonados en El Paso, Texas.
Sin embargo, sigue adelante en su lucha y en compañía de nuevos amigos avanza cada día algunos kilómetros para llegar al norte del país y después alcanzar el sueño de una vida próspera.
MUJERES Y NIÑOS
Las mujeres y niños también se suman a esta lucha por mejorar sus condiciones de vida. Conscientes de los peligros que les acechan en todo momento, diariamente en las vías férreas del sur de Veracruz se observa a pequeños que caminan junto a sus padres, padeciendo incluso la falta de calzado adecuado y un espacio para descansar.
Esfuerzo que realizan desconociendo los riesgos que la caminata implica para ellos y que sus madres luchan por mitigar después de hacerlos parte de este riesgoso viaje; como la señora Deyanira , guatemalteca que después de un mes de caminata avanza por esta entidad llevando consigo a dos pequeños y dejando cada vez más atrás a dos hijos mayores que se han quedado al cuidado de su abuela que padece Diabetes.
Limitaciones que orillan a las familias a emprender este duro camino, que por momentos se vuelve una aventura para los niños que disfrutan de la cosecha de mangos que actualmente se da en esta parte de la entidad y que permite alimentar a los migrantes centroamericanos que avanzan diariamente hacia los Estados Unidos, buscando un nuevo modo de vida.
Las vías, piedras, durmientes y algún ciudadano caritativo acompañan a los pequeños grupos de migrantes que diariamente son observados en el sur de Veracruz; paso obligado de los centroamericanos que luchan por una oportunidad que les permita llevar el sustento a quienes se quedaron esperando en sus países de origen, en donde diariamente elevan oraciones por cada uno de ellos.